Paola llegó con su padre de 88 años. Tenía varias complicaciones crónicas, como insuficiencia renal, deshidratación extrema, y no lo querían atender en otros centros hospitales porque, según protocolos médicos, ya no tenía las suficientes probabilidades de vida y no había espacio.

La opción de Paola fue llevarlo al Bicentenario, al acordarse de que sigue funcionando en el centro de Guayaquil. Ella explicó que allí recibieron a su padre, lo estabilizaron, estuvo internado dos días y lo mandaron con medicamentos a casa.

Ahora, un mes después de ese episodio, su padre pudo recuperarse, no sanarse de sus diversos males, pero sí estar en su casa tranquilo y estable.